Antecedentes
Hace 30 años, en julio de 1983, siendo yo un niño, hice con mis padres un
viaje en coche por toda Francia. Nuestro particular “Tour” hizo escala un día y
medio en su capital. A pesar de las pocas horas que pasamos en París, mi padre (con
un año menos que mi edad actual) montó un intensivo recorrido con el que
pudimos visitar la mayoría de monumentos de la ciudad.
Recuerdo unas semanas antes de emprender el viaje, la alegría que tuve
cuando me dijeron que iríamos a París… a ese París mitificado por la mente de
un niño soñador… a ese París que tantas veces había visto en libros, películas
e ilustraciones…
Para mí, las dos cosas más importantes que tenía que hacer en la capital francesa
eran: comprarme la típica figurita de la Torre Eiffel, montada sobre un pedestal
de mármol donde pusiera “Recuerdo de Paris” y subir hasta la cima de tan famosa
torre.
Place de la Concorde, al fondo... ¡la Tour Eiffel! (julio de 1983) |
Llegando a Trocadero conseguí mi primer objetivo... una figurita de la torre donde ponía, en su pedestal de roca: “Souvenir de Paris”. ¡El segundo propósito ya estaba cerca!
Pero al llegar a la taquilla de la Tour Eiffel tuvimos una desafortunada noticia: nos anunciaron que el monumento estaba en obras y que no se podría subir a la “somme”. ¡Menudo jarro de agua fría! Nos tuvimos que conformar con visitar las dos primeras plantas (teniendo en cuenta que la segunda está a tan sólo un tercio de la altura total del edificio), nos tuvimos que conformar con levantar la cabeza para ver, allá en lo alto, la inaccesible cima.
Pero al llegar a la taquilla de la Tour Eiffel tuvimos una desafortunada noticia: nos anunciaron que el monumento estaba en obras y que no se podría subir a la “somme”. ¡Menudo jarro de agua fría! Nos tuvimos que conformar con visitar las dos primeras plantas (teniendo en cuenta que la segunda está a tan sólo un tercio de la altura total del edificio), nos tuvimos que conformar con levantar la cabeza para ver, allá en lo alto, la inaccesible cima.
Mis padres cuentan que no me quejé, no di ningún berrinche, no mostré
enfado ni decepción… simplemente les dije, sujetando firmemente la figurita en
mi mano: “No os preocupéis, volveremos algún día y subiremos juntos al tercer
piso”.
Sujetando la figurita, bajando de la segunda planta de la Tour Eiffel, junto a mi madre |
Esa declaración de intenciones nunca la olvidé... pero fueron pasando los
lustros y, por un motivo u otro, no volvimos más a París. Hasta que este mes de
julio, cumpliéndose treinta años de ese fallido intento, les propuse a mis padres volver a la Torre "Infiel" (como así la llamaba de pequeño), aprovechando que a mi mujer le quedaban unos días de
vacaciones en octubre.
Mis padres accedieron a hacer el viaje juntos y, encima, quisieron correr con todos los gastos. La única condición que pusieron fue que yo me hiciera cargo de la planificación y ejecución de todo el viaje.
Mis padres accedieron a hacer el viaje juntos y, encima, quisieron correr con todos los gastos. La única condición que pusieron fue que yo me hiciera cargo de la planificación y ejecución de todo el viaje.
Así pues, teniendo en cuenta que disponíamos de 4 días, debía hacer una lista completa de todo lo que se teníamos que visitar... priorizar y agruparlo todo por zonas (para diseñar paseos productivos) siempre teniendo
en cuenta las capacidades físicas de todos los integrantes.
Para elaborar la lista de todos los emplazamientos a visitar utilicé dos
libros de París, busqué por Internet y lo consensué todo con mi padre: tomando una copa de vino y una cerveza artesana a la La Tasca (un agradable bar de la Sénia... su pueblo). La
priorización, agrupación por días y confección de las rutas lo hice bajo mi
criterio.
Llegados a París, tocaba cumplir el planning… ¡tuvimos suerte!, pudimos
hacerlo todo: lo marcado como “imprescindible”, lo considerado secundario y otras
nuevas propuestas que fuimos descubriendo sobre la marcha.
Pues bien, a continuación os dejo mi testimonio... el resumen de una escapada de cuatro
días a París... la crónica de un viaje… ¡de un regreso!
Martes 22 de octubre de 2013
A las 8 de la mañana subimos al avión en el Aeroport del Prat de
Barcelona. Tras una hora y media de viaje, llegamos al Aéroport de Paris-Orly.
Allí tomamos el Orlybus que nos trasladó a Denfert Rochereau, donde
cogimos el metro hasta Nation.
Salimos a la place de la Nation, a pocos pasos teníamos reservado el hotel. Una
vez dejadas las maletas en consigna, volvimos a tomar el metro hasta la parada
de Cité. Nuestro primer destino fue la Cathédrale de Notre-Dame, ubicada a la
Île de la Cité: isla fluvial de la Siene (río Sena).
Hecha la visita completa a su interior, nos sentamos
cómodamente en una grada ubicada delante de su fachada (en la place Jean-Paul
II). Desde allí arriba pudimos admirarla bien y avistar, a mano derecha, el primero de los veintidós
puentes sobre la Siene que veríamos durante estos cuatro días: el Pont
au Double (1). Los iré numerando (por orden de aparición) para no perdernos.
Bajamos del entablado y fuimos paseando hasta el Pont Saint-Louis (2),
bordeando el lateral norte de la catedral. Este puente comunica la Île de la
Cité con otra isla fluvial: la Île Saint-Louis. Antes de llegar al
puente, a la parte posterior de Notre-Dame, encontramos los jardines Square
Jean XXIII, donde pudimos admirar su gran aguja gótica y ver el Pont
de l'Archeveche (3), “rebozado” de millones de candados.
Hecha una pequeña incursión a la isla de San Luis, deshicimos nuestros
pasos hasta Notre-Dame y continuamos hasta el hospital Hôtel-Dieu. De
allí, nos desplazamos hasta la Conciergerie y la Sainte Chapelle.
Vistos estos dos preciosos edificios, salimos de la Île de la Cité por el Pont
Saint-Michel (4), que debe su nombre de la próxima Fontaine de Saint-Michel.
Al pasar el puente, a mano izquierda, tuvimos otra buena panorámica de la fachada principal
de Notre-Dame y del Petit Pont (5).
Ya en "tierra firme" llegamos al Latin Quarter. En el barrio latino de París, paseamos por sus coquetas calles hasta la Église Saint Séverin.
Visitada la bonita iglesia gótica, tomamos la Rue Saint-Jacques y
emprendimos la “ascensión” de la laxa montagne de Sainte Geneviève, almorzando
en el boulevard Saint-Germain.
Después de comer "estiramos las piernas", paseando por delante de la universidad de la Sorbonne
y el Collège de France. Finalmente, llegamos a la “cima” de Sainte
Geneviève, donde se encuentra el Panthéon.
Bordeando el Panthéon, por su lado izquierdo, pudimos ver la iglesia de Saint-Étienne-du-Mont,
situada también en el punto más elevado de la montañita de Sainte Geneviève.
Nuestro próximo destino fue el encantador Jardin du Luxembourg. Llegados
allí, deambulamos por sus plácidos paseos, visitando: el gran estanque central, la
Fontaine de Médicis, el Palais du Luxembourg (donde se encuentra el
senado de Francia), etc.
Salimos del parque a la rue de Vaugirard, donde fotografiamos el Odéon
Théâtre de l'Europe. Continuamos por la misma calle hasta la rue de Rennes, donde ya pudimos ver y acercarnos a la Tour Montparnasse.
La Tour de Montparnasse es un rascacielos aislado. Se puede subir a su
terraza, a 210 metros
de altitud, obteniendo unas excelentes vistas de París y de la Tour Eiffel.
Era ya hora de retirarnos al hotel. Retornamos por la rue de Rennes,
mirando los escaparates de sus tiendas, y tomamos el metro en Saint-Placide.
Miércoles 23 de octubre de 2013
El miércoles nos levantamos pronto y, sin perder tiempo, cogimos el metro
hasta la parada de Bir-Hakeim: era el gran día, ¡volvíamos a la Tour
Eiffel!
La mañana había amanecido con buena visibilidad. Cuando llegamos a la
taquilla de la torre, media hora antes de su apertura, ya había más de medio
centenar de personas haciendo cola… Un poco de nervios, espera eterna… ¡pero al fin entramos!, al fin tomamos el ascensor a
la “somme”… al fin, nuestros pies, pisaron el tercer piso de la Torre Eiffel…
¡Y qué vistas!
Estuvimos más de una hora visitándolo todo… pasando por todas las plantas
de la torre… hartándonos de hacer fotos desde todos los puntos cardinales…
poniendo nombre a todos los edificios que oteábamos desde la gran atalaya de
metal.
Visto el ícono parisino, tocaba ir a ver el ícono de Nueva York… me explico,
tocaba visitar: la réplique de la Statue de la Liberté, ubicada en un
extremo de la Île aux Cygnes.
De camino a la réplica de la Estatua de la Libertad, paseando por el
romántico allée des Cygnes, pudimos ver (a mano izquierda) el conjunto de
rascacielos de la quai de Grenelle y
(a mano derecha) el edificio de planta redonda de la Maison de la Radio.
Visitada la estatua de color turquesa, deshicimos nuestros pasos fijándonos ahora con
los puentes del Sena que íbamos cruzando: el Pont de Grenelle (6), al
lado de la propia estatua; el ferroviario Pont de Rouelle (7); el Pont de Bir-Hakeim (8), el cual cruzamos hacia la izquierda (para abandonar la Île aux Cygnes) y el Pont d’Iéna (9), entre la Tour Eiffel y les Jardins
du Trocadero.
En los jardines de Trocadero nos sentamos a reposar un poco y a esperar que
se encendieran sus fuentes. Después del refrescante espectáculo, subimos a la Esplanade
du Trocadero… posiblemente, desde esa amplia plaza, construida frente el Palais
de Chaillot, se obtienen las mejores instantáneas de la Tour Eiffel.
Salimos a la place du Trocadero, donde se alza la Statue équestre du
Maréchal Foch, y tomamos l'avenue Kléber hasta la place de l'Étoile
(o place Charles de Gaulle). En esta gran plaza radial encontramos el
impresionante Arc de Triomphe.
Para visitar el monumento, tuvimos que transitar por un paso subterráneo
que traviesa por de bajo la concurrida plaza. Viendo en detalle el gran arco,
se nos hizo hora para ir a almorzar…
Después de comer en la misma avenue des Champs-Elysées, tocaba un
agradable paseo por tan conocida avenida. Nuestros pasos nos llevaron hasta el
cruce con la avenue Winston Churchill donde vimos (a mano derecha) el Grand
Palais y (a mano izquierda) el Petit Palais, con la estatua a Clemenceau
en sus jardines.
Contemplados los exteriores de estos dos bellos palacios, retomamos la avenue
des Champs-Elysées y, enseguida, ya arribamos a la place de la Concorde:
lugar donde se decapitó a Maria Antonieta y donde se alza, en su centro, l’Obélisque.
Giro de noventa grados a la izquierda y encarrilamos la rue Royal. Al fondo
apareció (como si de un templo griego se tratase) la Paroisse Sainte Marie
Madeleine.
Sentado en una bici pública de París, frente la Madeleine |
Delante la imponente fachada de la Madeleine, tenemos un cruce en Y: Si
miramos hacia la izquierda avistamos l’Église Saint-Augustin, con su
gran cúpula… pero nosotros continuamos hacia la derecha (por el boulevard de
la Madeleine) donde, en pocos minutos, llegamos a la Opéra Garnier.
Visitados los exteriores de la opera antigua de París, nos desplazamos al ya
próximo boulevard Haussmann, donde transcurrimos por algunos de sus
elitistas centros de moda, como: las Galeries Lafayette o Printemps.
Todavía escandalizados por el precio de algún artículo que vimos expuesto,
tomamos el metro a la parada Havre-Caumartin hasta Anvers, ya en
plena ladera de la montaña de Montmartre.
A la salida del metro, enfilamos la rue de Steinkerque hasta la Square
Louise Michel. Desde allí, ya pudimos admirar, en la
cima de Montmartre, el albugíneo Sacré-Coeur.
Sacré-Coeur, en la cima de Montmartre, desde la Square Louise Michel |
Desde estos jardines, para subir al Sacre-Coeur, hay la posibilidad de
tomar un funicular… pero nosotros preferimos ascender por sus diversas
escalinatas. Una vez en la cima, pudimos visitar los esplendidos interiores del
templo, la Église Saint-Pierre de Montmartre (construida a la izquierda
del Sacré-Coeur) y regalarnos las vistas de una fantástica puesta de sol sobre
París, mientras descendíamos de la cima de Montmartre.
Una vez fuera de la Square Louise Michel, ya de noche, nos desplazamos
perezosamente hasta la place Pigalle, donde tomamos el boulevard de
Clichy: plagado de erotismo, luces y colores. Entre los variados locales, a
destacar dos: el Bistrot Chat Noir y el archifamoso Moulin Rouge.
Frente la entrada del Moulin Rouge |
Cansados todos, pero contentos de tan completa jornada, tomamos el metro en Blanche
(frente el Moulin Rouge) y regresamos al hotel para tomarnos un merecido
descanso.
Jueves 24 de octubre de 2013
El plato fuerte para nuestro tercer día era la visita al Château de
Versailles. Después de desayunarnos, tomamos el metro hasta Invalides,
donde hicimos transbordo al RER (el tren de cercanías de Paris) dirección
Versailles-Château-Rive-Gauche.
Después de hacer una quilométrica cola para pasar un riguroso control de
entrada, accedimos al castillo. Con la ayuda de las audioguías
que nos facilitaron, fuimos conociendo todas las salas y pasadizos de tan
suntuoso palacio.
Hecha la visita completa al castillo, salimos a sus exteriores para
disfrutar de los conocidísimos Jardins du Versailles.
Caminando por los extensos jardines, construidos con parterres
geométricos, estanques y agradables paseos; llegamos al Grand Trianon (uno
de los palacetes que encontramos dentro de los Dominios de Versalles).
Hecha la completa visita a los interiores del Grand Trianon, tomamos un
trenecito que nos llevó al Domaine de Marie-Antoinette y al Petit
Trianon.
Acabada la excursión, salimos del castillo y comimos en el mismo pueblo de
Versalles. Después, tomamos el RER y regresamos a la estación des Invalides
de Paris.
A la misma salida de la parada de RER, nos recibió el Pont Alexandre III
(10), posíblemente, el puente más bonito de París...
Una vez arriba del puente, pudimos ver el cercano Pont des Invalides
(11). Ahora tocaba cruzar toda la Esplanade des Invalides hasta Les
Invalides, donde se encuentra la tumba de Napoleón.
Les Invalides desde l'Esplanade des Invalides |
Hecha la visita a les Invalides, nos acercamos a la vecina École
Militaire. En frente de su fachada principal (campeada por la Statue
equestre du Joffre) se extiende le Champ de Mars, donde también se
obtiene otra excelente panorámica de la Tour Eiffel, con Trocadero de fondo.
Hechas las fotos de rigor (enmarcando la mole de metal dentro del moderno Mur
de la Paix) retornamos por la avenue Bosquet hasta el Pont de l’Alma
(12). Al cruzar este puente (donde perdió la vida Lady Di), a mano izquierda pudimos
ver la Passerelle Debilly (13). Ya en el otro lado, tomamos el
metro en Alma-Marceau destino La Défense.
Al salir del metro ya era de noche… y nos quedamos sumamente impresionados
al ver de cerca el colosal Grande Arche, construido en plena Esplanade
de la Défense.
Mis padres frente al Grande Arche de la Défense |
Mi “sensación”… sentarme bajo el gran arco, a la parte superior de su
grada, y mirar el panorama envuelto de un extraño silencio… ante mí: una
explanada inmensa entre rascacielos, moteada de infinitas luces y neones de
vivos colores… al fondo, un “pequeño” Arc de Triomphe...
Una vez visitada la Défense, regresamos en metro al hotel para cenar. Al
terminar la cena, mi mujer y yo, decidimos salir un rato para vivir “Paris la
Nuit”.
Cogimos el metro hasta Sentier, saliendo a la Rue de Montorgueil.
Allí, recorrimos el mismo tramo de calle que hicieron las 3 modelos, “ligeras”
de ropa, en el video Baby Baby Baby del grupo Make the Girl Dance.
Luego, proseguimos por las calles del 1er arrondissement de París,
disfrutando del ambiente nocturno de bares y terracitas, hasta llegar al Pont
au Change (14).
Desde ese puente, a mano izquierda, vimos iluminados la Notre-Dame y el Pont
Notre-Dame (15). Continuamos hacia la derecha, disfrutando de otras vistas alumbradas como la Conciergerie, la Sainte Chapelle o el tramo norte del Pont
Neuf (16). El Pont Neuf es el puente más antiguo de Paris y cruza (en dos tramos) el río Sena, “apoyándose” a la Île de la Cité.
Tomamos el metro en Pont Neuf destino a Trocadéro… Y es
que no queríamos perdernos, en nuestra última noche en París, el espectáculo de
ver de cerca la Tour Eiffel iluminada.
Sentados a la escalera de Trocadéro, nuestra silenciosa mirada se perdió en
tan indescriptible visión… poco a poco, se fueron acumulando en mi fuero
recuerdos y sentimientos de alegría pero, también, de cierta
tristeza y añoranza… Recuerdos y sentimientos que se desvanecieron de golpe, cuando
un vendedor subsahariano (como si de un angelito de Machín de tratase) se
acercó y me ofreció una estatuilla de la Tour Eiffel pero, en esta ocasión, iluminada… Se la compramos y su tenue luz alumbró los
vidriosos ojos de un niño que se había hecho mayor.
Viernes 25 de octubre de 2013
El último día nos levantamos algo cansados por el trasnoche anterior.
Guardamos las maletas en la consigna del hotel, desayunamos y tomamos el metro
hasta la parada de Palais Royal-Musée du Louvre.
El Musée du Louvre es uno de estos grandes museos que es imposible
verlo todo en un solo día. En mi planning sólo disponíamos de algo más de 3
horas, por tanto, lo importante era saber bien lo que queríamos ver más a
fondo.
Al final tuvimos tiempo para recorrer prácticamente todas las galerías,
profundizando con las que más nos interesaban… Obviamente, no nos perdimos las
dos obras más visitadas del museo: La Gioconda de Léonard da Vinci y la Venus
de Milo.
La Gioconda (1503-1519), Léonard da Vinci (Musée du Louvre) |
Terminada nuestra estada al museo, salimos para disfrutar los exteriores del Palais
du Louvre, las modernas Pirámides de Cristal y el Arc de Triomphe
du Carrousel.
Pirámides de Cristal en la explanada del Palais du Louvre |
Pasando por debajo del arco del Carrousel, lleganmos a les Jardins des
Tuilleries... allí, pudimos recrearnos con las estatuas de Aristide
Maillol. Continuamos paseando por estos extensos jardines hasta llegar a la
place de la Concorde.
En esta plaza (que ya visitamos nuestro segundo día) cruzamos hacia la izquierda el Pont de
la Concorde (17), pudiendo admirar de cerca el Palais Bourbon (l’Assemblée
Nationale). Ahora tocaba retornar por la otra rivera de Sena.
Enseguida arribamos a la Passerelle de Solférino (18). Superado este
puente peatonal, llegamos a los exteriores del Musée d’Orsay, construido
a la antigua estación de tren de Paris-Orleans.
Sobrepasado el Musée d’Orsay, llegamos al Pont Royal (19) y, unos metros más adelante, al Pont du Carrousel (20). Unos pasos después, a nuestra
derecha, admiramos edificios remarcables como: el Palais des Beaux-Arts
o el Institut de France.
Más tarde le tocó el turno al Pont des Arts (21) que, al igual que el Pont de
l'Archeveche, esta infestado de millones de candados. Finalmente, nuestra
particular ruta ribereña nos llevó al tramo sur del Pont Neuf.
Cruzamos todo el Pont Neuf, continuando por las calles de primer distrito, hasta
llegar a Les Halles. En esta gran plaza (actualmente en obras) pudimos contemplar edificios interesantes como la circular Bourse du Commerce
o la Église Saint-Eustache, de estilo gótico.
Nos desviamos un poco hacia el oeste, para poder visitar le Palais Royal,
entrando a sus cuidados jardines y admirando su fachada principal, ubicada
delante de la ala derecha del Palais du Louvre.
De vuelta hasta Les Halles, comimos cerca del moderno edificio de
arquitectura atrevida: Centre Georges Pompidou.
Después del almuerzo, bajamos al cercano Hôtel de Ville (el
Ayuntamiento de París). Se trata de un elegante edificio con una fachada plagada de estatuas de personalidades famosas. En frente del ayuntamiento
se extiende la Esplanade de la Libération.
Fachada principal del Hôtel de Ville desde la Esplanade de la Libération |
Al sur de esta explanada se encuentra el Pont d'Arcole (22) que cruza hasta la Île de la Cité. Pues bien, con este puente, completamos la visita de los veintidós que teníamos previstos para esta escapada. Durante los cuatro días que anduvimos por París, pudimos verlos todos: desde el Pont de Grenelle (donde estaba la réplica de la Estatua de la Libertad) hasta el Pont de Saint-Louis (pasada la Île de la Cité).
Dejamos el ayuntamiento, continuando por la rue de Rivoli
hasta la place
de la Bastille. En ese lugar emblemático de la Revolución Francesa, encontramos la moderna Opéra Bastille y, en el centro de la plaza, la Columna
de Julio. Acabada la visita cogimos el metro en la parada de Bastille hacia nuestro hotel, para recoger
las maletas de la consigna.
Ya cargados, retomamos al metro y pusimos destino hacia Denfert Rochereau. Durante ese último recorrido con el ferrocarril urbano de París, con buena parte circulando por el exterior, al cruzar el río Sena por el puente de Bercy (entre las estaciones de Bercy y Quai de la Gare), estuvimos atentos para poder contemplar, a nuestra izquierda (sureste), la Bibliothèque Nationale de France. Se trata de una construcción moderna flanqueada por cuatro torres con planta en L. Finalmente llegamos a Denfert Rochereau, donde cogimos el Orlybus destino al Aéroport de Paris-Orly.
Ya cargados, retomamos al metro y pusimos destino hacia Denfert Rochereau. Durante ese último recorrido con el ferrocarril urbano de París, con buena parte circulando por el exterior, al cruzar el río Sena por el puente de Bercy (entre las estaciones de Bercy y Quai de la Gare), estuvimos atentos para poder contemplar, a nuestra izquierda (sureste), la Bibliothèque Nationale de France. Se trata de una construcción moderna flanqueada por cuatro torres con planta en L. Finalmente llegamos a Denfert Rochereau, donde cogimos el Orlybus destino al Aéroport de Paris-Orly.
A las 9 de la noche despegaba el avión rumbo al Aeroport del Prat… ¡rumbo a casa! Todos felices, con la satisfacción de haber realizado un completo viaje… y yo, personalmente, con la satisfacción de haber cumplido por fin… aquel... mi "segundo
objetivo" de 1983.
Sólo me queda decir una cosa. Quisiera agradecer a mis padres, públicamente,
este precioso regalo. Y no me refiero al viaje en si, sino al “regalo” de poder compartir con ellos estos momentos de la vida… ¡este presente intangible!,
estos momentos que ahora son el momento para compartir… Y es que el tiempo pasa
demasiado de prisa: ya veis… ¡treinta años no son nada! Compartir la vida es un
regalo que le hacemos al alma… un faro que alumbrará con fuerza las
tinieblas aquel día que ya no podamos volver juntos a la Ciudad de la Luz.