Por estas latitudes del sur de Europa, acabamos de entrar en verano y esto implica que, de un tiempo a esta parte, todo el mundo está inmerso con la “operación bikini”: ¡Todos a lucir cuerpos estilizados y “magros”!, comenzó la invasión de las playas sin cordura ni gordura… ;-)
Ironías a parte, en esta ocasión, quiero hablar de un tema que me preocupa desde siempre: el sobrepeso y la obesidad. Se tratan de problemas reales de nuestra sociedad y sus consecuencias pueden ser nefastas (incluso letales) para nuestra salud, ya que suelen derivar a otras patologías asociadas graves.
Pero antes de entrar de lleno con el tema que nos ocupa, justo es mencionar otro “gran” problema (totalmente antagónico, pero relacionado al que trataremos) como es el hambre en el tercer mundo. Una vez leí en un graffiti mural, en el barcelonés barrio de Gràcia, una frase que decía: “Medio mundo se muere de hambre y el otro medio se muere por adelgazar”… su contundencia hizo pararme y reflexionar: Es indigno e inmoral como en los países ricos se despilfarra la comida, sobrealimentándonos innecesariamente, lanzando a la basura cantidades industriales de alimento, mientras a nuestro lado, miles de seres humanos (la mayoría niños) mueren de hambre cada día.
Así pues, quisiera, a partir de este blog de ámbito público, expresaros mi opinión de una realidad inhumana que debemos, entre todos, luchar para erradicar... Afortunadamente, personas como el mediático presidente de Justicia y Paz y gran amigo de la familia: Arcadi Oliveres, llevan toda su vida denunciando está vergüenza y sinrazón, y apunta con el dedo a sus responsables. Os remito que leáis, entre otros de sus libros, el titulado: Contra el Hambre y la Guerra (2004) de Angle Editorial. ¡Todos somos cómplices de este genocidio!
Contra el Hambre y la Guerra (2004), de Arcadi Oliveres
Hecho este inciso, pasemos hablar de dietas y salud… Pues bien, siempre he sido un chico con tendencia al sobrepeso… eso sí, nada que ver con los niños obesos y fofos que se ven hoy en día. Yo no era el típico crío delgado, pero era de constitución fuerte, activo y con ganas siempre de hacer actividades al aire libre (todas las tardes las pasaba jugando en las calles y plazas de mi ciudad).
Al llegar a la adolescencia, quise adelgazar esos quilos de más para verme (y que me vieran) más atractivo. Hice un régimen que estaba de moda, allá por los años 90 del tipo “proteico-lípido” (es decir: eliminar casi a cero los hidratos de carbono de nuestra dieta, pudiendo comer toda clase y cantidad de grasa y proteínas que se quiera). Fue muy efectivo… pero, como podéis imaginaros, era una dieta desequilibrada y peligrosa para la salud.
Y pasó lo que suele pasar con este tipo de regimenes: pronto recuperé todos los quilos perdidos. Desde entonces, me convertí en un “chico yoyo”, haciendo toda suerte de dietas para posteriormente aumentar todo el peso adelgazado (esta especie de “acordeón” me ha sucedido hasta 5 veces en 20 años). Está claro que algo no hacía bien…
Durante estas dos últimas décadas, me he licenciado en geología, posteriormente he obtenido el título de profesor de ciencias naturales y, por cuenta propia, me he ido especializando en nutrición y dietética. Estos conocimientos los he ido poniendo en práctica conmigo mismo. Pero, a pesar de que hacía perfecto el régimen y lograba llegar a mi peso ideal, al terminarlo recuperaba con la misma facilidad el peso inicial. Era realmente frustrante, aprendí a convivir compartiendo el armario con ropa de tallas L y XXL…
Hace cosa de un año (cargando con muchos quilos de más) entendí lo que me sucedía: Cuando me adelgazaba era porque me armaba de muchísima fuerza de voluntad hasta conseguir el objetivo que me había propuesto (soy muy terco con todo lo que se me pone entre ceja y ceja) en ese caso, el objetivo, era llegar a mi peso ideal. Cuando finalmente lo alcanzaba ya había cumplido mi deber y, por tanto, me sentía muy satisfecho… como “premio”, abandonaba las buenas costumbres nutricionales que había seguido durante meses. Y ya, sin control, recuperaba buena parte del peso que tanto me había costado perder… esto me desanimaba y desmotivaba aun más, recuperando al fin, todos los quilos perdidos.
El problema era que el objetivo fijado no era el correcto. Si estaba gordo la solución no era adelgazarme a cualquier precio… sino, convencerme que la obesidad la adquiría por llevar un estilo de vida poco sano (pensad que me gustaba comer de todo, sobretodo comida calórica, y en buenas cantidades). Por tanto, mi nuevo objetivo fue un cambio de mentalidad radical: cuidar mi alimentación y mi salud siempre.
Y para comenzar este nuevo estilo de vida lo primero que debía hacer era adelgazarme. Pero la pérdida de peso, en esta ocasión, la hice siguiendo los criterios dietéticos equilibrados y sanos que tendré que utilizar ya siempre… obviamente, siendo mucho más restrictivo en esta primera fase. A parte de la dieta, también comencé a practicar una actividad física habitual y progresiva. Pues bien, ya hace unas semanas que llegué a mi peso ideal (he perdido más de 30 quilos) pero en esta ocasión ya no pienso que el objetivo está conseguido, ¡ni mucho menos!, ya que ahora, mi objetivo, tan solo acaba de comenzar…
Antes y después del cambio de mentalidad (las fotos no han sido retocadas)
¿Pero quien dijo que adelgazarnos es tarea fácil?
No nos engañemos: el principal enemigo de nuestro fracaso somos nosotros mismos. Para que una dieta sea todo un éxito se necesitan varios factores que deberemos cumplir sin concesiones: estar convencido realmente de perder el peso que nos sobra, conocimiento absoluto del régimen que nos ha facilitado el médico (el saber no da lugar al error), disciplina y tenacidad a la hora de aplicarlo, respeto a las normas (no vale cambio esto por esto otro… no vale hoy me atiborro y mañana no como nada…), disfrutar de los pequeños avances conseguidos día a día, saboreando la comida de nuestra dieta como si fuera el mejor manjar…
También encontraremos trabas con la gente de nuestro alrededor: quizás la gente más mayor nos dirán que ya estamos bien tan sólo empezar y, cuando hayamos perdido los primeros quilos, empezaran: “bueno, acaba ya que haces cara de enfermo”. Otros, al hablarles que estamos a “dieta” (y más si somos hombres), no nos tomarán en serio o se burlarán de nosotros: a estos, ¡ni caso! Algunos otros (los peores) nos darán su no solicitada opinión, exponiendo unas grandes ideas sobre lo que piensan de nuestro régimen, de las dietas en general y sobre los “peligros” mortales de perder peso: paciencia con gente así, su ignorancia es peor que nuestro sobrepeso…
Constantemente estaremos expuestos a la tentación: ya sea indirectamente (por ejemplo ver el escaparate de una pastelería) o directamente, cuando alguna persona (con o sin maldad) nos ofrecerá alguna cosa exquisita y prohibitiva. Debemos ser fuertes, pensad que el autocontrol y respeto a nuestro cuerpo y alma es una virtud que debemos ensalzar siempre: nunca podremos respetar al prójimo si ni tan solo podemos respetarnos a nosotros mismos…
La Tentación de Adán y Eva (1550). Tiziano. Museo del Prado, Madrid
Más grave son los organismos y empresas que tienen el poder. Estos intentarán controlarnos con la comida (como si de una droga se tratase): En primer lugar, fijaros con la facilidad, comodidad y bajo precio con la que encontramos, en cualquier esquina, “comida basura” y alimentos deliciosos al paladar, pero totalmente insalubres y sobreenergéticos. Con esta estrategia nos transforman en obesos ya desde niños. Pero, por otra parte, nos muestran, a partir de bellas y bellos modelos de anuncio, como deben ser nuestros esbeltos cuerpos y aquí comienza otro tipo de control y negocio…
Pero quizás, para mí, lo más molesto sean esas frases (aparentemente aleccionadoras pero bacías de contenido) que oiremos sobre nutrición y dietética desde todas partes... algunas, incluso, desde los medios de comunicación.
Repasemos algunas de estas falacias:
No hace mucho, alguien me dijo: “¿Qué haces comiendo lomo de cerdo?, ¡no sabes que la grasa engorda!”. Vamos a ver, si comemos lípidos (o grasa) sin combinarlo con ningún hidrato de carbono, no tan solo no nos vamos a engordar, que encima perderemos peso (recordad el régimen “proteico-lípido” que hice con éxito hace 20 años) pero ¡ojo!, que sea efectivo no implica que sea saludable (sobretodo si abusamos de la grasa de origen animal).
En el mismo orden de cosas: “La grasa es mala para la salud”. ¡Falso!, la grasa es necesaria para nuestro organismo y, con las cantidades correctas, es buena para la salud: es la responsable para generar la energía del cuerpo, ayuda a absorber las vitaminas liposolubles, mejora la síntesis de hormonas y sirve de material aislante y de relleno de los órganos internos.
“Beber agua engorda”. Aclaremos las cosas: si no tenemos ninguna enfermedad que nos lo prohíba, beber mucha agua es vital y necesario en todos los aspectos. Si se tiene el problema de retención de líquidos, deberemos visitar al médico para poner solución, pero nunca privarnos de esta sana y acalórica bebida.
“El McDonald’s engorda”. Veamos, las hamburgueserías no son restaurantes, precisamente, de "Dieta Mediterránea" y distan mucho del tipo de comida que nos conviene, pero criminalizar sus productos es demagogia, ya que siguiendo el mismo razonamiento: un exquisito y tradicional plato de cocido de la abuela, si lo analizamos, tiene 3 veces más en calorías y en grasas insaturadas que todo el menú Big Mac XL.
"La PlayStation engorda". Que os he de decir yo sobre videojuegos… pues que tienen más ventajas que hándicaps: son importantes para la coordinación de movimientos, crean vínculos con otras personas y desarrollan nuestra imaginación. Pero claro, como generalmente no nos movemos para jugar, nos engordaremos (por simple causa-efecto). Así pues, al tratarse de otra actividad sedentaria, para adelgazarnos también deberemos dejar la lectura, porque: ¡leer engorda! Ahora en serio: todos los excesos son malos y toda generalización absurda... ¡es muy fácil hablar por hablar!
Los videojuegos, para algunos, son culpables de crear obesos… :-/
“Comer fruta y verdura adelgaza”. Para empezar no hay ningún alimento que adelgace, en todo caso será menos calórico que otro. Pero la fruta y la verdura, precisamente, están compuestas básicamente por glúcidos, por tanto, si las tomamos en exceso nuestro cuerpo los transformará en grasa. Así pues, comer un bol de frutas para cenar no es nada aconsejable para perder peso, ¡todo lo contrario! El problema es el de siempre confundimos alimento sano con alimento de régimen…
Cuantas veces he oído a personas con sobrepeso que de jovenes fueron delgadas: "Yo peso lo que me toca para la edad que tengo". Como decía el eslogan de una conocida marca de agua embotellada de Sant Hilari: "¡No pesan los años... pesan los quilos!". Los 3 factores para calcular nuestro peso ideal son: estatura, sexo y complexión (ósea-muscular)... ¡nada de la edad! Y es más: cuando más mayores, más deberíamos cuidar nuestro peso para evitar sus enfermedades asociadas y así mejorar nuestra calidad de vida.
Venga... otra perla que me ha tocado escuchar cientos de veces: “Tu estás gordo porque haces poco ejercicio físico” (encima de ignorantes no me conocen... precisamente yo siempre he sido una persona muy activa y deportista... a pesar de mi sobrepeso). Vamos a ver, generalmente, uno está gordo porqué tiene un problema desequilibrio alimentario. Por otra parte, el ejercicio físico habitual es necesario, saludable y muy beneficioso, pero no te hará adelgazar. La perdida de grasa corporal sólo se conseguirá con el control de la alimentación. Y, muy importante: animar a una persona obesa a hacer ejercicio físico intenso para que adelgace es una gran irresponsabilidad, pudiéndole acarrearle consecuencias de salud muy peligrosas.
Algunos otros te dirán: “Pues no te entiendo… ¿cómo es que yo como lo que quiero y no me engordo como tú?”. Pues, simplemente, porque tú metabolismo tiene la suerte de no tener tendencia a la obesidad como el mío... Es como si le dijéramos a un señor con poco pelo: “¿cómo es que yo, con el estrés y nervios que tengo, no me he quedado calvo como tú?”. Una respuesta “suave” que te podría dar el eludido, podría ser: “pues porqué tú no tienes alopecia como yo, pero diciendo tales sandeces sí parece que no tengas cerebro bajo tu peluda cabeza…”.
Y entre muchas frases más, una de divertida: la cerveza no engorda: ¡JA, JA, JA, JA, JA! (os prometo que lo escuché en la radio). La cerveza y, en general, el alcohol engordan mucho y aportan poco nutricionalmente hablando. Yo no conozco ninguna dieta que te lo permitan tomar de forma normal: sólo en contados regimenes, como los hipocalóricos, te conceden una media copa de vino negro al día. Eso sí... hay una excepción: el irracional y peligrosísimo régimen de la cerveza (quizás se refieren a este cuando proclaman que la "birra" adelgaza), sin comentarios...
Mi "sana" imagen hecha con vegetales (clicad para verlos en detalle)
Conclusión:
1. El sobrepeso y la obesidad son un grave problema de consecuencias negativas a corto y largo plazo. Además estar gordo te resta mucha calidad de vida.
2. Hacer dieta no es un juego, no hagáis locuras: ni dietas milagrosas de Internet, ni dietas alucinantes de moda, ni regimenes desequilibrados o monotemáticos con una pérdida de peso veloz (y una recuperación aun mayor), ni dietas que le han servido a tu vecina, ni dietas que le han servido al autor de este blog… :-)
3. Adelgazar es un derecho no un privilegio: ¡que no te tomen el pelo! Hay empresas llamadas de nutrición (algunas muy conocidas) que te tenderán la mano para ayudarte a adelgazar pero, ¡cuidado! te cobrarán una barbaridad por ello y sin éxito asegurado. Si quieres perder peso habla con tu médico de cabecera (es gratis) él sabrá como tratar tu caso: escúchale con atención y hazle caso a rajatabla en todo lo que te diga, perderás peso de forma sana y segura y no te estafarán.
4. Ser ambiciosos con los quilos que hemos de perder. Cuantas veces he oído a personas francamente gordas: “Yo, con perder 5 o 10 quilos ya estaría bien…”, compañero, ¡ya estaría bien para empezar! Insisto, ve al médico, él te indicará los quilos que debes perder y como hacerlo, recetándote dietas seguras, equilibradas y saludables (aunque, no te niego que más aburridas que las "milagrosas" de pago).
5. Perder peso nos regalará satisfacciones desde el primer día: en primer lugar una mejora visible en salud y calidad de vida; en segundo lugar evitaremos enfermedades graves asociadas; también, al vernos más delgados, nos subirá la autoestima y, por último, daremos mejor imagen y gustaremos más a los demás.
6. No hay dieta fácil, ni variada, ni infalible, ¡tenerlo siempre en cuenta! El único secreto para que un régimen sea un éxito es la constancia al realizarlo (no vale eso de: “un día es un día…”).
7. No busquemos excusas si no nos sale bien el régimen: nosotros somos los únicos responsables del alimento que nos hemos llevado a la boca.
Espero que hayáis encontrado interesante el tema de este escrito. Con él he querido explicaros mi caso concreto, exponiendo mi opinión personal sobre un tema que me ocupa y me preocupa des de niño.
Quiero agradecer a mi mujer, de forma pública y especial, el apoyo incondicional en este proceso de cambio de estilo de vida. Ella también se ha unido a este proyecto: remando, los dos juntos, en la misma dirección.
¡Gracias a todos por leerme!